Durante mis años de carrera y en mi asignatura favorita, Comunicación Escrita, se me plateaban retos semanales en los que tenía que escribir con un tema específico o un género concreto. Una semana, nuestro profesor, Juan F. Plaza nos propuso escribir un microrelato que, en aquella ocasión tenía premio.
Sinceramente no recuerdo exactamente el anunciado del ejercicio, ni los criterios de evaluación, al fin y al cabo fue mi primer año de carrera, lo que sí sé es que me llevé casi de 1 hora de la clase frente a un papel en blanco y tuve que acelerar para entregarlo a tiempo.
En la siguiente clase de la semana, un invitado especial, Manu Espada, escritor y guionista, leyó todos nuestros microrelatos dándonos su opinión y consejos de mejora. Al final, leyó su favorito y, para mi sorpresa, era el mío. Tuve que contener mi emoción para no ponerme a llorar en aquella clase, era la primera vez que alguien del gremio valoraba tan bien algo que yo había escrito, mi ilusión salía por cada poro.
Hubo algunos que se enfadaron y otros que me felicitaron, pero eso no me importó. Lo más especial fueron las palabras que aquel autor me dedicó y el impulso que me dio para creer que en algún momento podría ser escritora. ¿Y el premio? Os preguntaréis. Aquí los enfados menguaron, pues recibí uno de sus libros de microrelatos.
Para muchos no era nada, solo un detalle. Para mi fue un mundo, no solo por recibir una palmada por un trabajo creativo bien hecho, sino porque aquel libro, Personajes Secundarios, llevaba una dedicatoria que me animaba a seguir escribiendo y calificaba mi relato como «genial».
Llegué a casa pegando saltos. Aquel día fue la primera vez que creí en mi talento para crear y, aunque muchos días me cuesta, a veces vuelvo a leer el relato y esa dedicatoria, para recordarme que, algún día, con trabajo y cuando esté preparada, todo llegará.
Chapines de rubí
Como todas las noches mi madre toma mi libro de cuentos y comienza a leer.
Con el sonido de su voz mis ojos se van cerrando poco a poco. Al cabo de unos minutos me quedo profundamente dormida, pero esta vez noto algo raro. Al abrir los ojos veo que estoy de pie junto a la puerta de mi habitación, al alzar la vista me veo tumbada en mi cama, durmiendo, mi madre está sentada a mi lado y continua leyendo, de repente se gira y me mira «ve a investigar» me dice señalando el libro.
Primero un pie y luego otro, en la primera página había una puerta, a su lado unos chapines de rubí muy reconocibles, no dudo en ponérmelos y chocar mis talones tres veces.
No puedo creerlo, estoy en las nubes, literalmente, miro abajo y veo un bosque oscuro, a mi lado una enorme planta que llega hasta el suelo, escucho un gruñido que retumba en mis oídos, muerta de miedo, choco los chapines otra vez.
Esta vez veo una escena conocida, una casita hecha de chocolate y dulces, aun conociendo las consecuencias me acerco a probar unos de sus deliciosos ladrillos de chocolate.
Segundos más tarde escucho una risa chillona que se mete en mi mente, una voz que quiere entrar en ella, lucho y no la dejo, choco mis zapatos lo más rápido que mis pies me lo permiten y llego a un castillo enorme. Mi curiosidad me hace avanzar por los largos pasillos que llevan a las distintas estancias, llego a un salón enorme donde una pareja baila al son de un vals, ella rubia con un vestido azul, él con un traje señorial mira a la joven con ojos de enamorado.
De repente, silencio.
Por alguna razón mi vista se comienza a nublar, mis pies se mueven solos. Ya no estoy dentro de mi libro, mi mente me ha traído a una de mis pesadillas más recurrentes: una cabaña sucia llena de pócimas y brebajes muy extraños, escucho pasos y una voz conocida que me aterroriza, corro pero no avanzo, escucho como la voz de mi madre me llama nerviosa, me dice que no me aleje, que la busque, que siga su voz, pero cuanto más corro menos la oigo.
Oscuridad. No veo nada, el eco de la voz de mi madre resuena en mi cabeza, veo algo en alguna parte de la oscuridad, me acerco, por fin estoy en casa. Cuando llego, la mujer de mis pesadillas se gira “ya te dijo tu madre que no te alejaras”.
Escucha Chapines de rubí
También puedes escuchar esta historia en mi canal de podcast, Mundo Onírico. ¡No te lo pierdas!